miércoles, 11 de junio de 2008

Rosario Tijeras - de Jorge Franco

Breve apreciación de la obra.

  • Estructura de la obra. Algunas fortalezas y debilidades.
    La estructura de la novela podríamos decir que es circular, ya que empieza donde termina la novela. Es decir, la narración se desarrolla de una manera no lineal, los hechos son presentados, muchas veces, como si ocurrieran en simultaneo, asimismo no se rige con las convenciones de espacio y tiempo. Es decir, esta obra fue construida siguiendo una suerte de rompecabezas, donde los hechos son presentados de manera fragmentada, invitando al lector a participar en ella construyendo la historia, descifrando y encontrando un sentido. El autor relata todos los acontecimientos y vivencias de la vida de Rosario Tijeras en primera persona, utilizando para esto a un narrador del cual se desconoce el nombre pero se le identifica como “parcero”. Esta particular forma de estructurar la historia resulta interesante y logra enganchar al lector con la historia, sorprende de pronto permitiendo explicar el por qué de uno de los hechos presentados anteriormente.
    Sin embargo, la obra reclama mucha atención por parte del consumidor haciendo posible que éste se llegue a perder si no se encuentra concentrado.

  • Recurso del autor para delinear a los personajes. Ejemplos de buenas construcciones.
    La construcción de los personajes es muy relevante en la obra, ya que el autor utiliza como principales elementos para ello, a la pobreza y la riqueza; básicamente a la unión de estos dos mundos que se da gracias al narcotráfico, siempre relacionada con la violencia social, donde se encuentra tanto a hombres como mujeres siguiendo una vida de detestable. Cabe señalar que a pesar del contexto en que se presentan los personajes el relato es en el fondo una historia de amor entre el Rosario Tijeras y el narrador, siendo (en mi opinión) este último el mejor personaje, por lo trágico de su personaje y lo bien que lo desempeña. El estar perdidamente enamorado de la novia de su mejor amigo sin poder decírselo a nadie, a la vez tener que guardar una buena relación con ellos.

    El autor consigue describir a los personajes principales claramente, cabe señalar que solo los relata tal como son, no repara en que si está bien la vida que llevan, solo explica cómo llevaron sus vidas a convivir con el peligro.

    El autor describe a sus personajes permitiendo identificar sus personalidades por ejemplo en el caso de Rosario (y como dice parte de la canción del cantante Juanes) “Rosario tijeras, mujer de armas tomar, con su pistola en la mano siempre lista para matar, pero en sus ojos eternamente el dolor existió, siempre llena de vicio, sexo, balas, placer y dolor la mujer de las mil y una vidas”.

    El narrador se identifica como alguien introvertido, cariñoso, confidente de Rosario y el mejor amigo de Emilio, los dos jóvenes de clase social alta. Emilio es un joven que no tiene un verdadero rumbo. Estos tres son los personajes principales.

    Otra elemento empleado por el autor son frases textuales que dicen los personajes para identificar sus personalidades, por ejemplo los códigos que emplea cada uno ellos describe mucho sobre la forma de ser, su vida, su manera de pensar y sus características como personajes. Rosario Tijeras es por ejemplo una mujer muy dura, violenta, para ella es más difícil amar que matar.

    Finalmente un aspecto que el escritor se esfuerza por establecer, a pesar de la estructura de la obra, es la interconexión entre sus personajes. Permite entender, por ejemplo, por qué Rosario tiene un gran respeto y cariño por su hermano Johnefe.

  • Algunos recursos narrativos interesantes. Una particularidad interesante y novedosa en cuanto a los recursos narrativos de esta novela, es la manera de articular los flashbacks, es decir presentar un momento de la historia el cual posee coherencia y parece estar casi completa para luego retomar un momento anterior y encontrarle un nuevo contexto, permitiendo así al lector componer y descomponer la historia para volverla a ordenar. Cabe señalar que no deja de ser atractiva por más que demande un esfuerzo del lector.

Tráfico: bocinas, silbatos, estrés y sorpresas.

Por: Héctor J. Gómez

Crónica urbana.
Los atascos vehiculares y las papeletas parecen ser dos de las mayores fobias de los conductores. Policías que no saben controlar el desorden, choferes impacientes, imprudencia, ruido extremado y el casi omnipresente monóxido parecen ser los principales protagonistas de una de las escenas más comunes que apreciamos a diario, sin sorpresa, en la mayoría de nuestras principales avenidas del centro de Lima. Quizás lo rutinario de los hechos no nos permita reparar en detalles que podrían asómbranos aun más. Situémonos en uno de los puntos más transitados de la ciudad y veamos qué encontramos.


Llegué al promediar casi las ocho de la mañana, una hora punta terrorífica para muchos conductores, a la conocida Plaza Grau. A los que venimos por la Av. Paseo de la República, el famoso zanjón o vía expresa, con dirección a este punto, parece darnos la bienvenida al centro de la ciudad y a su típico tráfico; pues este es uno de los tantos lugares gestores de congestión vehicular. Es probable que esto se deba a que es el vértice de grandes avenidas muy transitadas como Grau, Paseo Colón, y la mencionada anteriormente.

Al llegar, me ubiqué en la esquina de la Av. Grau y Paseo de la República, justo al pie del Edificio Anglo-peruano donde hoy funciona la sala de juegos tragamonedas “Gran Vía”. Cambistas de Euro y dólar estaban con su chaleco verde, sentados en sus banquitos en plena esquina. De inmediato fijé mi vista en el policía ubicado en su caseta al final de Grau acompañado por otro que vigilaba de pie a lado de éste.

El atolladero, el bullicio y la desesperación empezaban su reinado. Al incrementarse este atasco, decidí caminar en dirección hacia Javier Prado unas tres cuadras, hasta llegar a la altura del conocido centro comercial Polvos Azules, para luego regresar poco a poco y apreciar más de cerca la impaciencia de las gentes en los vehículos. Los más temerarios salen a relucir zigzagueando sus vehículos, completando espacios vacíos más próximos hacia adelante, en una suerte de figuras de Tetris. Otros aprovechan el tiempo para leer el periódico, mientras otros apagan su motor y recuestan su asiento. Hay pasajeros que optan por bajarse y empezar a caminar.

Quince minutos más tarde, los que estaban por “Polvos” recién llegan a la plaza. De seguro les faltan muchos altos más hasta llegar a su destino. Parece estar claro el por qué aunque haya semáforos funcionando hay policías dirigiendo el tránsito: o controlan que los conductores, aunque tengan prisa, respeten las luces; o sino evitan que no bloqueen la pista si es que ésta se satura; o bien deciden, aunque los focos indiquen lo contrario, que uno pase o se detenga. Sin embargo la curiosidad está en saber cómo determinan el tiempo que le dan a una u otra dirección, si desde donde éste se encuentra uno solo logra distinguir océanos de vehículos hacia todos lados.

Grande fue mi sorpresa cuando al preguntarle, al ocupado policía que caminaba de un lado a otro conversando por su móvil con handsfree, me respondiera: –mira al último piso de ese edificio… Tan pronto levante la mirada al piso 19 del Angloamericano, vi a un sujeto que por ratos usaba binoculares y miraba en dirección a las avenidas. Éste era otro policía que desde allí dirigía por radio y decidía al ojo si le daban más tiempo o menos tiempo a tal o cual dirección. Jamás lo imaginé.

Aproveché la oportunidad para conversar un poco sobre el trabajo que había ido ha hacer y para que me responda algunas dudas.

–¿A qué se debe tanta congestión? –pregunté.
–Es la hora que todos se van a su trabajo, siempre es así.
–¿No hay manera de solucionar esto? ¿no tiene que ver en nada el sistema de control?
–Noo –me respondió frunciendo el ceño en señal de seguridad total y sin querer explayarse mucho–, siempre es así en estas horas.

De pronto, me acordé una escena que suelo pasar casi siempre que llego al cruce de la Av. Arenales y Javier Prado en dirección a La Molina: uno espera de cinco a ocho minutos la bendita decisión del policía. Al llegar casi al minuto seis las bocinas empiezan a sonar, la gente quiere rebelarse, muchos insultan y algo muy claro sucede. Parece que estos reclamos por parte de los conductores, llegan al tombo, como suele llamársele, en una suerte de pifia. Si es solo uno el “alaracoso”, lo identifica, se acerca, le pide sus papeles y es probablemente sancionado con una papeleta llenada con muchas ganas. Pero si son varios los de la banda del claxon, éste responde demorándolos aun más.

Luego de contarle muy rápido y casi textual todo esto, pasé a preguntarle medio sonriente, más amical –con el fin que responda y no se niegue a aceptar–, si con eso no promovían, más bien, la falta de respeto a la autoridad. No imaginé conseguir un dato tan interesante:

–Si pues, es que la gente también se olvida que estamos como ellos. El tráfico no es porque a nosotros nos gusta y los queremos fregar, nos molesta también, nos estresa también y si hay malcriados deben entender que tocar bocina no soluciona el problema –respondió a mi pregunta en el mismo tono que utilicé, creo yo, sin tomar en cuenta que se contradecía de alguna manera en la respuesta que me diera más arriba.

Me detengo a mencionar esto porque ayuda a romper con la típica escena donde los policías son protagonistas de cientos de noticias donde aparecen involucrados en crímenes y asaltos, en las populares coimas, como culpables directos del tráfico insoportable, entre otras decenas de otras razones que ayudan a estigmatizarlos y tomarlos como simples elementos más que perjudican en mi malestar de estar aquí, acelerando de a pocos, yendo contra la hora, ¡tan estresado!

Bajé un poco, bordeando la plaza hasta llegar al otro extremo: esquina de Paseo Colón y Paseo de la República. Una joven mujer policía en su caseta y bajo ella dos mares de gentes, mirándose unos a otros de extremo a extremo luchando por cruzar esa pista que viene desde el hotel Sheraton, hay muchos temerarios que por la gran demora se lanzan a la corriente de carros a velocidad. Es muy claro, el principal interés de estos encargados del orden es la fluidez de vehículos, aunque esto implique dejar a peatones esperando por mucho más tiempo que a los conductores.

Reparé en lo joven que era la oficial, porque hubo otra cosa que me sorprendió en ese momento. De pronto, al detener a uno de los grupos que se paró justo a lado de ella, me di cuenta que todos los vehículos de las primeras filas eran de servicio público. Buses gigantes y viejos, coasters y combis que emanaban mucho monóxido, el que pasaba tan cerca a ella. Era obvio que esto circulaba por sus pulmones infinitas veces durante todo el tiempo que estaba allí.

Nunca había escuchado hablar sobre policías en los edificios controlando el tráfico. Nunca entendí que hacían cerca de 400 efectivos –tal como afirmó la ex ministra del Interior, Pilar Mazetti, en una entrevista para el diario Perú 21­– haciendo las veces de “semáforos humanos”, pudiendo simplemente regular la secuencia de las luces, ya que esto representa doble gasto: los millones que pagan las municipalidades por la electricidad de estos aparatos y el pago a más policías por estar en los mismos sitios. No se sabe si el tráfico del centro menguará algún día o si los policías estarán mejor capacitados.

Lo único que pude concluir sobre ellos mientras tomaba mi bus luego de cruzar la pista y regresaba a mi casa, es que muchos son corruptos y lo seguirán siendo. Coimeros y abusivos; es probable que sigan saliendo en noticias como asaltantes, secuestradores y sicarios. Hay muchos buenos, como en todo sitio. No son “semáforos humanos” mal regulados: sienten el ruido de las persistentes bocinas, escuchan las pifias e insultos, son los mayores consumidores de monóxido y también se estresan. Tomemos en cuenta entonces que si alguien siente que sufre la pesadilla de su vida al pasar por uno de estos caóticos atolladeros hasta llegar a su destino, es probable que ese tombo o tomba que tanto hacen renegar, sigan en esa maldita parte del camino y aun les esperen muchas horas más para salir de allí.

El sueño americano de un seminegro

Por: Héctor J. Gómez

Crónica: Barack Hussein Obama Jr.

Hijo de un inmigrante africano, abandonado de pequeño. De abuelo y padrastro musulmanes. Siendo protestante, sus primeras letras las hizo en una escuela católica de Indonesia, el país con la mayor población mahometana del mundo. Ni la semejante trayectoria vital, ni sus raíces islámicas y negras han impedido que se haya puesto en la primera fila para llegar a la presidencia de los Estados Unidos. El país entero aun no sale de su asombro. Negros y blancos ilusionados por su discurso de cambio y esperanza lo ubican como posible ganador al sillón presidencial de un país que estuviera gobernado durante 232 años por presidentes blancos. No muchos reparan en que no es del todo negro.


¡No es negro, es mestizo! Si tomamos en cuenta sus orígenes –el ser hijo de madre blanca de Kansas y padre africano, llegado de Kenia para estudiar en los Estados Unidos– sería relevante preguntarnos por qué en vez de especular sobre la posibilidad que vaya a ser el primer Presidente negro, no fuese más bien el primer Presidente mestizo e hijo de inmigrante.

El hoy electo candidato oficial por Partido Demócrata, es el tema del día en todas partes del mundo. El triunfo parecía haber estado cantado hace varias semanas, muy a pesar de la encarnizada batalla que llevara con la dos veces senadora y ex primera dama Hillary Clinton.

Sin duda el carisma y las cualidades oratorias de este hombre de 46 años, fueron algunas de sus principales armas con las que logró atraer a una inmensa cantidad de militantes del Partido Demócrata, los que se han sentido ilusionados con su mensaje de cambio y esperanza, poniéndolo en la primera fila para enfrentar al septogenario republicano John McCain en la batalla para llegar a la Casa Blanca el 4 de noviembre próximo.

Lo asombroso del caso es el surgimiento de la posibilidad de que un presidente negro gobierne un país que por más de 232 años ha permitido a mandatarios de raza blanca el manejo del país. Para completar el estupor, sale a memoria una profecía que el muy recordado presidente John F. Kennedy pronosticara cuarenta años atrás, en la cual preveía un presidente negro para Estados Unidos en cincuenta años.

Pero…

¿Puede realmente un negro llegar a ser Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica?

“Todos los ciudadanos tienen el derecho de elegir y ser elegidos como representantes del Pueblo”. “Todos somos iguales ante la ley, sin que importe razón de sexo, raza, religión, orientación política... ni cualquier otra condición personal o social”. Estas parecen ser dos de algunas máximas que se pregonan en la mayoría de países con regímenes democráticos como Estados Unidos; sin embargo como en muchos de los mismos, éstas terminan siendo determinadas por otros factores a veces no manifiestos.

Es cierto que este ganador y desde ya histórico hombre de rasgos afroamericanos, haya conseguido votos tanto de blancos como negros. Quizás valga adentrase más en cómo es éste identificado:

"Bueno, no soy yo quien lo ha decidido… Mire, yo creo que, en esta sociedad, si uno tiene aspecto de afroamericano, lo tratan como afroamericano." Manifestó el candidato en una entrevista para el programa “60 Minutes” de la CBS.
Sabe que por su apariencia de negro está siendo identificado como tal y esto quizás se deba a que el considerarse como mestizo podría dar la impresión de rechazar su parte negra. Esto se torna determinante, más aun en un país pluriétnico y multicultural como Estados Unidos donde los, hasta entonces, cuatro grupos étnicos (blancos, negros, asiáticos o nativos americanos y del Pacífico) no toleran añadir una rama “multirracial” que permita agrupar al personas como este afroamericano, ya que esta posible reducción de sus integrantes podría traerle al grupo un debilitamiento en el peso influyente que tiene ante la sociedad.

Si nos remontamos en un poco de historia, recordemos que a principios del siglo pasado la famosa ley “one drop rule” (regla de la sola gota) obligaba a considerar como negra a toda persona que tuviese una sola gota de sangre negra. Esta norma parece haber sido el iniciador de esta tendencia que se guarda cual herencia.

A pesar que su estrategia desde el inicio fue trascender la cuestión racial para presentarse más bien como un líder unificador, capaz de eliminar los prejuicios y divisionismos entre diferentes etnias en la sociedad norteamericana, cabe concluir:

Negro, mestizo o –por citar el actual eufemismo con el que se le denomina racialmente– “afro-american” por no decirle “nigger", probablemente; en este gran acontecimiento saltará inevitablemente a escena el, a veces oculto pero siempre presente, racismo; más aun cuando la disputa final se resume a optar por tomar café o leche, por decidir entre Obama o McCain.