Un caso de The Washington Post
CARACTERISTICAS DEL PROBLEMA
El presente caso, histórico en la relación de los escándalos de la prensa, describe cómo una prestigiosa periodista del diario The Washington Post, Janet Cooke, traspasó la frontera de lo ético y legal con un espeluznante reportaje denominado “El mundo de Jimmy”, en el que se narraba al detalle la historia de un pequeño de tan sólo ocho años de edad adicto a la heroína.
El relato empezaba así: "Jimmy tiene ocho años de edad y es un adicto de tercera generación a la heroína; es un bello muchachito de cabello color arena, ojos castaños aterciopelados y marcas de inyecciones que motean la suave piel de infante de bracitos morenos." (Relato completo adjunto al trabajo)
Esta historia resultó tan atractiva y conmovedora como falsa. Ni Jimmy, ni ninguno de sus personajes existieron jamás. Sin embargo, el relato generó un gran interés por parte del público y de las autoridades por saber quiénes eran y dónde estaban aquellos personajes que realmente requerían una atención social.
Esto evidentemente ocasionó un acoso inmediato a la reportera, quien apeló a la protección de la fuente secreta. Este privilegio no le duró mucho ya que el impacto de interés que había generado con su nota, fue tan fuerte que produjo que las cosas empezaran a salir a luz; más aun cuando en 1981, uno de los prestigiosos premios Pulitzer (los “oscars” del Periodismo), le fuera otorgado por su ya famoso reportaje “El mundo de Jimmy”.
La comisión de los Pulitzer se puso en contacto con el Washington Post, para que les facilitara datos biográficos de la flamante ganadora. El periódico entregó el curriculum, el cual se descubrió tenía referencias falsas también, y fue entonces que empezó toda sospecha. Fue sometida a un interrogatorio minucioso donde finalmente confesó su historia de ficción.
El prestigioso diario se vio obligado a devolver el premio y a disculparse ante sus lectores, rectificando que la brillante historia no era real sino más bien pura invención. Sin duda, esta experiencia también marcó para siempre la historia del diario y la de su reconocido director, Ben Bradlee.
Hoy en día el nombre de Janet Cooke, recorre las facultades de Periodismo de todo el mundo, citado como ejemplo perfecto de aquello en lo que jamás se debe incurrir como profesional.
DIMENSIONES DEL PROBLEMA ETICO
Los medios de comunicación y los periodistas atraviesan una situación crítica respecto a la credibilidad en la información que difunden. Los ciudadanos, independientemente de su condición económica, social o profesional, los cuestionan; los acusan de estar al servicio de intereses que no son los de la sociedad, de publicar mentiras, de preocuparse sólo de hacer dinero a costa de lo que sea y de estar parcializados políticamente; entre otras opiniones, muchas de ellas con alto grado de validez.
Hemos sido testigos de muchos casos que justifican de alguna manera aquellas críticas que han ocasionado la devaluación de la credibilidad profesional: casos históricos de periodistas que inventaron brillantes historias merecedoras de premios (como el analizado en el presente trabajo). Dueños de medios con intereses políticos primarios, que usan su sección periodística para publicar información que los beneficie. Profesionales gobernados por la hegemonía del sensacionalismo o tentados a recurrir a la ficción para escribir historias más impactantes.
CARACTERISTICAS DEL PROBLEMA
El presente caso, histórico en la relación de los escándalos de la prensa, describe cómo una prestigiosa periodista del diario The Washington Post, Janet Cooke, traspasó la frontera de lo ético y legal con un espeluznante reportaje denominado “El mundo de Jimmy”, en el que se narraba al detalle la historia de un pequeño de tan sólo ocho años de edad adicto a la heroína.
El relato empezaba así: "Jimmy tiene ocho años de edad y es un adicto de tercera generación a la heroína; es un bello muchachito de cabello color arena, ojos castaños aterciopelados y marcas de inyecciones que motean la suave piel de infante de bracitos morenos." (Relato completo adjunto al trabajo)
Esta historia resultó tan atractiva y conmovedora como falsa. Ni Jimmy, ni ninguno de sus personajes existieron jamás. Sin embargo, el relato generó un gran interés por parte del público y de las autoridades por saber quiénes eran y dónde estaban aquellos personajes que realmente requerían una atención social.
Esto evidentemente ocasionó un acoso inmediato a la reportera, quien apeló a la protección de la fuente secreta. Este privilegio no le duró mucho ya que el impacto de interés que había generado con su nota, fue tan fuerte que produjo que las cosas empezaran a salir a luz; más aun cuando en 1981, uno de los prestigiosos premios Pulitzer (los “oscars” del Periodismo), le fuera otorgado por su ya famoso reportaje “El mundo de Jimmy”.
La comisión de los Pulitzer se puso en contacto con el Washington Post, para que les facilitara datos biográficos de la flamante ganadora. El periódico entregó el curriculum, el cual se descubrió tenía referencias falsas también, y fue entonces que empezó toda sospecha. Fue sometida a un interrogatorio minucioso donde finalmente confesó su historia de ficción.
El prestigioso diario se vio obligado a devolver el premio y a disculparse ante sus lectores, rectificando que la brillante historia no era real sino más bien pura invención. Sin duda, esta experiencia también marcó para siempre la historia del diario y la de su reconocido director, Ben Bradlee.
Hoy en día el nombre de Janet Cooke, recorre las facultades de Periodismo de todo el mundo, citado como ejemplo perfecto de aquello en lo que jamás se debe incurrir como profesional.
DIMENSIONES DEL PROBLEMA ETICO
Los medios de comunicación y los periodistas atraviesan una situación crítica respecto a la credibilidad en la información que difunden. Los ciudadanos, independientemente de su condición económica, social o profesional, los cuestionan; los acusan de estar al servicio de intereses que no son los de la sociedad, de publicar mentiras, de preocuparse sólo de hacer dinero a costa de lo que sea y de estar parcializados políticamente; entre otras opiniones, muchas de ellas con alto grado de validez.
Hemos sido testigos de muchos casos que justifican de alguna manera aquellas críticas que han ocasionado la devaluación de la credibilidad profesional: casos históricos de periodistas que inventaron brillantes historias merecedoras de premios (como el analizado en el presente trabajo). Dueños de medios con intereses políticos primarios, que usan su sección periodística para publicar información que los beneficie. Profesionales gobernados por la hegemonía del sensacionalismo o tentados a recurrir a la ficción para escribir historias más impactantes.
Periodistas con amistades influyentes, que les piden virar el ángulo de la información a publicarse o simplemente desistir de ello, o como los casos mencionados en el libro "Por un periodismo Independiente - Cómo defender la ética", de Eugene Goodwin sobre periodistas trabajando para empresas con intereses publicitarios[1].
Evidentemente este problema tiene que ver, entre otras cosas, con el campo de la ética profesional. Viendo entonces, que resulta fácil transgredir la realidad y volcar una información falaz. Por ello, corresponde a todo profesional, y al periodista en este caso particular, sujetarse lo más fuerte posible a su escudo ético. Un esfuerzo que probablemente se traduciría en mayores ganancias (ya que la credibilidad genera demanda por parte del consumidor), pero ante todo se torna en un compromiso que dignifica tanto a periodistas como a destinatarios, permitiéndole a este primero, preservar lo más valioso que tiene: su independencia y su credibilidad.
PERSPECTIVAS Y SOLUCIONES PLANTEADAS
El Editor General del diario “El Tiempo” de Cuenca – Ecuador, expone en su blog (hablemosdeperiodismo.blogspot.com) una perspectiva muy interesante al respecto:
“Personalmente creo que con ciertas convocatorias se corre el riesgo de tentar al periodista joven, sobre todo, de centrar su atención en cómo conseguir el próximo premio y reconocimiento en lugar de hacer bien su trabajo, con vocación de servicio (...)
Este afán puede incluso llevar inconcientemente a forjar determinadas noticias o temas, sin la rigurosidad de la verificación o lo que es más grave, inventar historias, situaciones, ambientaciones. Un periodista profesional debe escribir no pensando en los premios, sino en la responsabilidad de comunicar. Y si por eso recibe un premio bueee...
Pero no todo está mal. Los premios de periodismo motivan también la excelencia; lo sensible del tema está en identificar la delgada línea que separa a esas dos motivaciones: la búsqueda de la excelencia (considerando las normas éticas), o del prestigio y la ambición personal.”
Miguel Sánchez de Armas, Fundador y Editor de la “Revista mexicana de comunicación” (medio virtual - www.mexicanadecomunicacion.com.mx) sostiene lo siguiente:
“William Faulkner dijo que el novelista puede ser amoral y no vacilar ante nada que le impida completar su obra, pues en la literatura el fin justifica los medios. Mas en el periodismo, ni el mejor de los fines justifica la inmoralidad de los medios. Evidentemente, Janet Cooke no sabía de Faulkner, y para ser justos, muy pocos de quienes hoy leemos en la prensa nacional lo sabemos realmente (…) nos deja una gran enseñanza a todos los periodistas... y a los cuentistas que se sienten reporteros.”
CONCLUSION
Al ser estudiantes de carreras de comunicación, Periodismo en particular, usualmente somos advertidos sobre los dilemas éticos que el ejercicio de esta profesión trae inherente. Se nos muestra como ejemplos perfectos de antítesis del buen comunicador, casos como los analizados en el presente trabajo de investigación. Con la intención de conseguir una buena formación juramos no cometer nunca un fraude como aquellos. Hasta vemos con ojos de indignación a todos aquéllos que sirven a intereses políticos y económicos.
A decir verdad quizá nos encontraremos pocas veces en encrucijadas éticas de tal trascendencia como las descritas en las grandes historias de escándalos sobre los medios. Lo que no imaginamos de estudiantes, es que los dilemas éticos se nos presentarán todos los días y en las situaciones "más sencillas".
Si nos damos cuenta casi todas las acciones conllevan a decisiones éticas, aún las de poca trascendencia. Ser profesionales éticos no solo significa no aceptar sobornos o no transmitir historias falsas como verdaderas. La falta de cruce de información antes de publicar algo solo por ociosidad o simplemente el llegar tarde a una comisión, pedirle el dato a un colega para salir del apuro no es igual a ser testigos primeros del hecho; esmerarnos por entender realmente bien para luego hacer entender aquello a nuestro público. Cubrir las noticias desde Internet o través del teléfono (lo que generalmente resulta pobre e insuficiente). Nadar en la superficialidad, sin un trabajo minucioso, puede ser tan peligroso como mentir. Conformarnos con un dato dudoso, inexacto, difuso puede ser más perjudicial que obviar la información.
En resumen considero que el periodista no sólo es responsable ante la sociedad de lo que dice, también de cómo lo dice, y del procedimiento por el cual ha obtenido la información.
Es decir, lo que informa debería ser (de acuerdo con las normas éticas) relevante para el consumidor. Cabe mencionar aquí una vez más como ejemplo, lo que aparece en el libro "Por un periodismo Independiente - Cómo defender la ética", de Eugene Goodwin, donde se describe cómo en los Estados Unidos el periodismo es un negocio más:
“Lyle Dennison, del "Sun" de Baltimore: Uno no le debe nada al público, yo no trabajo para la utilidad pública. No tengo que recoger a todos los pasajeros que quieren subirse a mi bus. Estoy en el negocio de buscar y vender noticias…."
…Esto evidencia una irresponsabilidad en torno al contenido, a la calidad de información brindada. Un mal que le hace tanto daño hoy en día a los consumidores de medios de señal abierta de nuestro país, por ejemplo.
Seguidamente está la manera de decirlo, ya que el uso de la palabra nos presenta también un gran reto. La tentación de recurrir a la ficción, al drama, a la exageración, para escribir historias más impactantes se presentará frecuentemente.
Finalmente, es pertinente resaltar cómo el afán de notoriedad ha llevado a muchos, a tirar por los suelos sus carreras promisorias: inventando, plagiando, hurtando, tergiversando, información a publicar; por ello, se torna indispensable canalizar cualquier actuación a través de normas que no lesionen la dignidad, el pensamiento ni la libertad de otros. Considero que la relevancia de la aplicación de estas normas éticas en la profesión (en este caso la periodística), está en función de la magnitud del perjuicio que se ocasionaría al no respetarla.
[1] En el capítulo "Negocio o Profesión", del mencionado libro, Goodwin saca a la luz un factor del irresponsable periodismo norteamericano: un 33 por ciento de las 116,000 personas que laboran en los medios de comunicación son empleados por empresas que tienen que triunfar en el Mercado como cualquier otro negocio, buscando seguridad y supervivencia a través de los rendimientos que oscilan entre un 60 y un cien por ciento. La mayor parte de sus ingresos, estas empresas las obtienen de la publicidad y de los anunciantes.

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